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REPORTE DE COSECHA – 1998

El fenómeno climático conocido como “El Niño”, con excesivas lluvias en algunas regiones de Mendoza, y sequía en otras, afectó a esta provincia, principal zona vitivinícola de Argentina, con abundantes lluvias y humedad.

La primavera comenzó con temperaturas moderadas; la brotación fue óptima brotación, con buen vigor en los brotes y adecuada cantidad de racimos, anticipando excelentes rendimientos. Las lluvias inusuales posteriores favorecieron el crecimiento de los brotes y el desarrollo de racimos plenos y con buenas proporciones. Hacia fines de la primavera, las tormentas de granizo, especialmente en la zona Este de Mendoza, destruyeron gran parte de la producción de uvas comunes. Sin embargo, las tormentas no afectaron la calidad de las uvas premium, de las regiones altas, al pie de los Andes.

Durante el mes de enero, las lluvias dieron lugar a un clima seco y soleado, devolviendo la posibilidad de obtener excelentes rendimientos. Febrero, sin embargo, arrancó con una semana seca y fría, a la que siguieron tres semanas de intensas lluvias seguidas de días fríos y nublados.

Las variedades blancas, que estaban comenzando a madurar, se vieron afectadas por la humedad y posible podredumbre, por lo cual se cosecharon antes de lo previsto, sin alcanzar una madurez completa. Por esta razón, los mostos de este año, presentaron sabores de fruta madura, pero no melosa, con altos niveles de ácido málico. Los varietales cultivados en suelos arenosos y con buen drenaje maduraron mejor y especialmente en la zona Este, se obtuvieron vinos distintivos, notables por su balance.

En el caso del Chardonnay cultivado en las zonas altas, al pie de los Andes, más frías y húmedas, no fue posible obtener el nivel usual de concentración, y sólo en casos excepcionales, se pudo lograr una madurez óptima. Las condiciones climáticas no favorecieron la práctica de raleos tardíos ni de prolongación del tiempo de colgado de los racimos, prácticas habituales en los viñedos del Catena Alta Chardonnay. Como consequencia, en 1998 no se elaboró este vino.

El clima mejoró a principios de marzo, con días cálidos y soleados, permitiendo que las variedades tintas, que no habían sufrido daños con las lluvias de febrero, madurasen normalmente. Sin embargo, a fines de marzo, las lluvias repitieron los problemas causados en las variedades blancas. Para evitar posibles podredumbres, la cosecha se adelantó, cuando las uvas tenían un nivel aceptable de madurez, sin prolongar el tiempo de colgado de los racimos. Se obtuvieron mostos con buena acidez, pero con menor concentración.

Respecto de las diversas regiones de Mendoza, las condiciones climáticas a lo largo del año, permitieron que la cálida zona Este de Mendoza, con azúcares altos y baja acidez, produjese vinos bien balanceados y con buen desarrollo de taninos.

La zona de San Juan, al norte de Mendoza, caracterizada por sus vinos con altos niveles de alcohol y baja acidez, también produjo mostos con mejor balance.

Las regiones al pie de los Andes, hacia el sur de Mendoza, más frías y húmedas, produjeron vinos más bien ácidos, con alcoholes bajos y poca concentración. Con respecto a los varietales, si bien varían según la zona de cultivo, se distinguen el Chenin Blanc, de gran carácter, con sabores de durazno y fruta tropical, y el Sauvignon Blanc, con notas herbáceas de pasto, descriptor típico de esta uva, difícil de obtener en un año soleado.

Respecto de los varietales tintos, es importante destacar el buen desarrollo del Malbec, con racimos sueltos, bien espaciados, y con el aporte de un buen drenaje – en viñedos con suelo arcilloso y cierto declive, donde el agua de lluvia drenó bien. Esto permitió demorar el momento de cosecha hasta que los granos madurasen bien. Los Malbecs de 1998 reflejan este grado de concentración y madurez.

En el caso del Merlot y del Cabernet Sauvignon, las uvas alcanzaron un buen nivel de madurez, pero la cosecha tuvo que adelantarse ante los primeros indicios de podredumbre, acortando el tiempo de colgado de los racimos. En la zona Este de Mendoza, se obtuvieron vinos de buena concentración y equilibrio, mientras que en las zonas del Piamonte, se obtuvieron mostos levemente verdes y diluídos.

En síntesis, podemos decir que la cosecha 1998 fue la excepción a la regla, un año completamente atípico, que si bien no produjo grandes vinos, nos enseñó a lidiar con circunstancias inusuales desfavorables, incrementando nuestros conocimientos acerca del comportamiento del viñedo, desafiándos a emplear técnicas correctivas frente a las condiciones adversas.

Estas conclusiones también son válidas para los enólogos, que debieron enfrentar nuevas condiciones en lo que respecta a la materia prima. Frente a ello, se vieron obligados a desarrollar nuevos tratamientos y experimentos para lograr un buen equilibrio y balance, frente a características totalmente distintas.