The Grande Dame of Malbec
La Nación – Christophe Salin, General Director Domaines Barons de Rothschild – Diciembre, 2015

Heredera de una dinastía que celebra el vino argentino, es la primera mujer en dirigir una de las bodegas más prestigiosas de su país. Laura Catena es una gran patriota. Ama profundamente a su país y lo conoce mejor que nadie. Tiene una estrecha relación con todo lo relacionado con Argentina.
Sus numerosos viajes al extranjero, sus estudios de biología y medicina, así como su vida en Estados Unidos, han forjado sus convicciones, más que sus certezas.
Nunca actúa impulsivamente; (lee y escucha mucho), analiza, comprende, ejercita su sentido crítico… y luego actúa. Recuerdo nuestro primer encuentro en Château Lafite Rothschild, durante una fastuosa cena a fines de los años 90; una joven morocha, de ojos risueños y siempre curiosos, que hablaba un francés impecable. Laura estaba fascinada por los encuentros de su viaje a Burdeos… y trataba de catar la mayor cantidad de vinos posible.
Científica eminente, graduada en Harvard y Stanford, se dejó contagiar por un virus dulce y abrumador: el amor por los viñedos y el vino, del que nunca se cura. Le dije que era una patriota, si consideramos al Malbec como un emblema de su país. Esta variedad de uva, abandonada por Europa en el siglo pasado, se convirtió en su caballo de batalla. El Malbec argentino no habría alcanzado su posición actual en el mundo si no fuera por su dedicación incansable.
Laura es la fundadora de un instituto de investigación (“Catena Institute of Wine”) que, desde hace veinte años, está a la vanguardia de la vitivinicultura en Argentina y el mundo; su propósito es mejorar aún más la calidad de los vinos locales.
Ha escrito un libro de referencia sobre los viñedos regionales (“Vino Argentino”), que es un acto de fe patriótica. El proyecto que emprendimos juntos en Bodegas Caro, en Mendoza, hace quince años, me permitió conocerla mejor, trabajar (un poco) y reír (mucho) con ella. Esta maravillosa idea de asociar dos familias (Catena y Rothschild), dos países (Argentina y Francia) y dos variedades de uva (Malbec y Cabernet Sauvignon) no habría sido exitosa si no fuera por el eclecticismo y el conocimiento universal de Laura (y de su padre).
Con la mente siempre en movimiento, me pone a prueba con frecuencia, debatiendo la importancia relativa o decisiva del terroir, la altitud, las variedades de uva, los métodos de vinificación, la capacidad de guarda del vino, y, por supuesto, también la estética de las botellas y la comunicación (donde se destaca más que nadie). Su rigor de pensamiento humanista me hace pensar en Rabelais, quien escribió: “La ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma”.